Hay lugares en el mundo, en los que a pesar del paso del tiempo, siempre nos resultan familiares.
Este es el caso de Túnez , un país que visité hace 30 años siendo estudiante universitaria , y al que volví en la última etapa de nuestro crucero del pasado agosto .
Si bien es cierto que la capital ha evolucionado con la construcción de nuevos edificios y barrios residenciales y una terminal de cruceros en La Goulette , la esencia permanece.
Mis recuerdos eran los de un país exótico, por lo que significa la cultura árabe para un occidental y a la vez con una incipiente modernidad que hacían de este país el más abierto hacia nuestro mundo.
En esta ocasión, mi impresión fue la de ver un Túnez exterior moderno y abierto al turismo como principal fuente de ingresos pero que al mismo tiempo se resiste a cambiar su modo de vida .
La Medina de Túnez es atemporal, con sus callejuelas llenas de tiendas , su mezquita de Ez Zitouna y sus madrazas. Salimos desde La Goulette en compañía de un taxista (Karim) tremendamente amable y culto que nos acompañó durante toda la mañana con sus explicaciones.
Vimos el despertar de la medina , regateamos los precios de sus tiendas ,disfrutamos de sus callejuelas y compramos todo tipo de souvenirs.
A continuación visitamos las ruinas de Cartago ciudad fundada por los fenicios en el S XIII a.c y que alcanzó su máximo esplendor en los siglos V y II a.c hasta ser conquistada por los romanos. El calor era asfixiante y las ruinas están distantes entre sí porque la ciudad y sus avenidas se entremezclan con ellas.
Nuestro siguiente punto a visitar : el encantador pueblecito de Sidi Bou Said con sus casa blancas con ventanas de un azul intenso que recuerdan a los pueblos del norte de Marruecos. Allí seguía el Café des Nattes donde 30 años atrás nos habíamos hecho una foto en sus escaleras. Todo estaba igual y nos hizo mucha ilusíón volver a inmortalizar el momento mientras degustábamos un té a la menta.
Recorrimos las calles, fotografiamos sus puertas y estuvimos un rato en los miradores que dan al mar, de un azul turquesa inigualable.
Antes de regresar al barco pasamos por la catedral de San Luis , la mezquita de La Marsa y su barrio residencial y pudimos constatar la dualidad de Túnez .
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