Esta reflexión de Konrad Adenauer , canciller alemán en la época anterior al nazismo, encierra una cuestión irresoluble para el ser humano y que dado lugar a todo tipo de conflictos, injusticias y atrocidades a lo largo de los tiempos.
Si descendemos al nivel de lo humano y lo cotidiano, la no aceptación de las personas tal y como somos supone "el pan nuestro de cada día". Partiendo del viejo lema de que no podemos gustar a todo el mundo y de que tampoco tiene que gustarnos todo el mundo, existe una escala de matices que deberían contribuir a suavizar la animadversión que sentimos por algunas personas en determinados momentos de nuestras vidas.
Sin embargo esto no es así.Nos dejamos llevar por la ira, el desencanto, la irracionalidad.Surge el mecanismo de la crítica como autodefensa y quizás vemos en los defectos de los demás un filón para nuestra autocomplacencia. No es que nosotros no tengamos esos mismos defectos o no cometamos esos mismos fallos , lo que ocurre es que no nos miramos al espejo.
Entonces surge la crítica despiadada, el ataque sin tregua y la ceguera total. Entramos en el conflicto "cuerpo a cuerpo" hasta desembocar en otra de nuestras frases favoritas : "Y tú ... más".
Llegados a este punto existen dos caminos : estallar por los aires o rebajar la tensión e intentar recomponer las cosas,porque como ya hemos comentado en otra ocasión,
"En el punto medio se encuentra la Virtud"
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